El Corán es un decreto definitivo que discierne entre la verdad y la falsedad.
No es un pasatiempo.
Quienquiera que lo rechace a causa de su despotismo, Dios le humillará.
Contiene la historia de las naciones del pasado, nuevas sobre aquellos que os sucederán en un futuro y un criterio sobre vuestros desacuerdos.
Todo aquél que busque orientación y consejo en algo diferente del mismo, Dios le desviará.
Es la más firme cuerda de Dios, la sabia instrucción, el Camino Recto.
Es un Libro que los deseos no pueden desviar ni las lenguas pueden confundir; y del que los eruditos nunca se hastían. Nunca se derrocha ni se disipa al ser repetido, y contiene innumerables aspectos admirables.
Se trata de un Libro del que no pudieron nada más que decir:
«Ciertamente, hemos escuchado un Corán maravilloso que guía hacia aquello que es correcto en la creencia y la acción y de este modo, hemos creído en él».
Todo aquél que hable basándose en dicha Escritura dirá la verdad;
quien juzgue por medio del Corán juzgará con justicia;
y quien invite a él invitará a la verdad
(at-Tirmizi, «Zawab al-Qur’an», 14).
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