viernes, 2 de septiembre de 2011

A mi Amado Profeta (sas)


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Un día, pensando en nosotros te deshiciste en lágrimas delante de tus compañeros.

Era un día triste, pues morirías unos días más tarde,

para encontrate con Allah.

Llorabas porque desde donde estabas,

a miles de años de distancia,

nos echabas de menos,

sí a nosotros, a quienes llamabas tus hermanos.

Sabías que íbamos a existir en un futuro lejano

y que creeríamos en ti sin haberte visto nunca.

¡Oh Tú, nuestro Bien Amado!

Hoy somos nosotros los que lloramos,

y por el mismo motivo,

porque te echamos tanto de menos.

Tú, nuestro hermano mayor, nuestra guía, nuestra luz.

Te amamos Rasulullah,

y en ti hemos puesto la fe de nuestro corazón

a pesar de que nunca hemos vivido junto a ti.

Pedimos a Allah

que nos haga encontrarte en la Alegría Eterna,

a Tu lado, en el Paraíso.

¡Ya Rasulullah!

Si me dijeran

que para encontrarte

tendría que recorrer la tierra de norte a sur,

dejar mi familia y mis bienes, viajar solo y a pié

y que quizás perecería en el intento,

sabe que, sin dudarlo, ahora mismo me pondría a caminar...



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