sábado, 1 de junio de 2013

A la sombra de su Sadaqah

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Cuando llegaba la primavera a Ibn Jad'aan le gustaba salir y contemplar los hermosos camellos, con sus ubres llenas hasta casi explotar. 
Cuando las crías se acercaban a sus madres, su leche salía abundante, generosa y llena de bendiciones.

Un día Ibn Jad'aan estaba contemplando a una camella con su cría y se acordó de su pobre vecino, que tenía siete hijas pequeñas. Y se dijo a sí mismo, “por Allah que daré esta camella y su cría como Sadaqah (limosna) a mi vecino”, y recitó la aleya del Corán en la que Allah dice (Surah Al-imraan: 92):
“No alcanzaréis la virtud, hasta que no deis de lo que amáis. Y cualquier cosa que deis, Allah la conoce”.

“Y la más querida de mi rebaño es, para mi, esta camella”. 
Asi que tomó a la camella y a su cría y llamó a la puerta de su vecino, pidiéndole que las aceptara como regalo. 
Vió como su cara se iluminaba de felicidad y fue incapaz de pronunciar una palabra como respuesta.

Su vecino se benefició de la leche del animal, utilizándolo también para trasportar madera, mientras esperaba que sus crías crecieran para poder así venderlas. De esta forma obtuvo un gran beneficio de la camella.

Pasó la primavera y llegó el verano con su sequía, y los beduínos levantaron sus campamentos en busca de agua y pastos. Iban en busca de los duhool o “agujeros” en la tierra, pozos de agua subterranea, cuyas aberturas se encuentran a nivel del suelo, que los beduinos conocen muy bien.

Ibn Jad'aan bajó a unos de esos agujeros para recojer agua para beber mientras sus tres hijos se quedaron a esperarle fuera.

Pero Ibn Jad’aan no volvió. Sus hijos le esperaron durante uno, dos, tres días, pero al final perdieron la esperanza. Pensaron que quizas había sido mordido por una serpiente, o que se había perdido bajo tierra.
En realidad sus hijos (y nos refugiamos de esto en Allah) confiaban en su desaparición. ¿Porqué?, por codicia para repartirse la herencia.

Volvieron a casa y dividieron entre todos lo que el padre les había dejado.
Recordaron que el padre, Ibn Jad’aan, había regalado una camella a su pobre vecino. Asi que fueron a su casa y le dijeron que sería mejor que les devolviera esa camella y tomara otra a cambio, en caso contrario se la quitarían a la fuerza y de esta forma se quedaría sin nada.

El vecino se quejó diciendo que se lo contaría a su padre, pero los hijos le informaron que había muerto. Les preguntó cómo, cuándo y dónde Ibn Jad’aan había muerto y porqué no se lo habían comunicado antes. Sus hijos le explicaron entonces como el padre había entrado en uno de esos agujeros subterráneos del desierto del que nunca salió.

El vecino exclamó: “Por Allah, conducidme a ese lugar , tomad vuestra camella y haced con ella lo que querais, no quiero otro camello en su lugar”.

Lo condujeron al lugar en el que el padre había desaparecido, y tomando una antorcha y atándose con una cuerda a la parte exterior del agujero descendió al interior.
El olor a humedad era muy intenso y al poco tiempo escuchó gemidos y quejidos que procedían de la profundidad del agujero. Se fue acercando poco a poco al lugar de donde provenían, tanteando en la oscuridad, hasta que su mano tocó un cuerpo, el de Ibn Jad’aan. Enseguida acercó su oido a su pecho,
¡respiraba todavía después de una semana!

Lo sacó al exterior cubriendo primero sus ojos para que no fuera cegado por la luz del sol. Había traído consigo unos dátiles. Los humedeció con un poco de agua y se los dió para que bebiera y se nutriera.

Después lo cargó sobre su espalda y lo llevó a su casa, donde poco a poco se fue recuperando sin que sus hijos lo supieran.

El vecino preguntó a Ibn Jad’aan: ”Dime, por Allah, ¿cómo es que has logrado sobrevivir después de una semana alli abajo?”
"Te diré algo extraño…" respondió Ibn Jid’aan: "...cuando bajé al agujero me perdí, y estuve vagando sin rumbo en todas las direcciones, hasta que me dije a mi mismo que era mejor que me quedara cerca de la fuente de agua que había encontrado. Asi que empezé a beber de ella, pero el hambre no tiene piedad y el agua no bastaba para saciarla. Después de tres dias el hambre se hizo acuciante e insoportable. Mientras permanecía tumbado en el suelo me rendí ante Allah y puse todos mis asuntos en sus manos, y de repente sentí el calido sabor de la leche que entraba en mi boca.

Me senté en medio de la oscuridad y pude ver un recipiente acercándose a mi boca. Bebí de él hasta saciarme y después desapareció. Esto sucedió tres veces durante los primeros días pero los ultimos dos días desapareció sin saber porqué

Entonces su vecino le respondió:"¡Si supieras la razón te sorprenderías! Tus hijos pensaron que habías muerto, y vinieron a mi casa y se llevaron la camella con cuya leche Allah (Subhana Wa Ta'Aala) te nutría".

El musulmán está a la sombra de su Sadaqah (Caridad).

“Y quien teme a Allah, Él le da una salida. Y le provee desde donde no lo espera. Quien se abandone en Allah, Él le bastará”.
Surah Al-Talaq 65, 2-3

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