martes, 3 de enero de 2012

La difamación

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Había una vez un hombre que calumnió a un amigo suyo; el motivo fue la envidia que sentía al ver el éxito que aquél había alcanzado en su vida.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo.

Visitó entonces a un hombre muy sabio a quien le dijo:

“Quiero arreglar todo el mal que le hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”.

A lo que el sabio respondió:

“Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y sueltalas una a una por donde vayas”.

El hombre, muy contento por aquel pedido tan fácil, tomó el saco lleno de plumas y partió.

Al cabo de un día ya las había soltado a todas; por lo que volvió a visitar al sabio y le dijo:

“Ya he terminado”.

El sabio contestó:

“Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste… Sal a la calle y búscalas”.

El hombre se sintió muy triste y angustiado, pues sabía lo que eso significaba, sabía que no podría juntar casi ninguna.

Al volver, el hombre sabio le dijo:
“Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que ya hiciste. Simplemente piénsalo dos veces la próxima vez que hagas comentarios sobre otra persona”.

"Vosotros que creéis! Que no se burlen unos hombres de otros porque pudiera ser que éstos fueran mejores que ellos. Ni unas mujeres de otras, porque pudiera ser que éstas fueran mejores que ellas.
Y no os difaméis unos a otros ni os insultéis con apodos.
Malo es dar un nombre de perversión después de ser creyente.
Y quien no se vuelva en arrepentimiento... Esos son los injustos".
Coran 49, 11

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