Tiempo después se
arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo.
Visitó entonces a
un hombre muy sabio a quien le dijo:
“Quiero arreglar
todo el mal que le hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”.
A lo que el sabio
respondió:
“Toma un saco
lleno de plumas ligeras y pequeñas y sueltalas una a una por donde vayas”.
El hombre, muy
contento por aquel pedido tan fácil, tomó el saco lleno de plumas y partió.
Al cabo de un día
ya las había soltado a todas; por lo que volvió a visitar al sabio y le dijo:
“Ya he terminado”.
El sabio contestó:
“Esa es la parte
más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que
soltaste… Sal a la calle y búscalas”.
El hombre se sintió
muy triste y angustiado, pues sabía lo que eso significaba, sabía que no podría
juntar casi ninguna.
Al volver, el
hombre sabio le dijo:
“Así como no
pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal
que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes
hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que ya
hiciste. Simplemente piénsalo dos veces la próxima vez que hagas comentarios
sobre otra persona”.
"Vosotros que
creéis! Que no se burlen unos hombres de otros porque pudiera ser que éstos
fueran mejores que ellos. Ni unas mujeres de otras, porque pudiera ser que
éstas fueran mejores que ellas.
Y no os difaméis
unos a otros ni os insultéis con apodos.
Malo es dar un
nombre de perversión después de ser creyente.
Y quien no se
vuelva en arrepentimiento... Esos son los injustos".
Coran 49, 11
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