Bakr ibn Abdullah al-Muzani nos narra esta
historia:
Había una vez un carnicero que se enamoró de la hija de sus vecinos.
Había una vez un carnicero que se enamoró de la hija de sus vecinos.
Un día
sus padres la mandaron a hacer un recado a un pueblo cercano.
Viendo que la joven iba sola el carnicero
la siguió hasta que llegó a un paraje solitario y alli la abordó.
Cuando trató de seducirla la joven exclamó:
“No lo hagas, en verdad yo te amo incluso
mas lo que tú me amas,
pero teme Allah”.
Cuando el carnicero oyó estas palabras se quedó petrificado y exclamó avergonzado:
Cuando el carnicero oyó estas palabras se quedó petrificado y exclamó avergonzado:
“Tu temes Allah mientras que yo no”.
Y dejándola
sola, se alejó, arrepentido de sus
intenciones.
Mientras regresaba a su casa sintió una gran sed.
Al poco rato se cruzó con un Profeta, de los Profetas de los Hijos de Israel.
Viendo la expresión del rostro del carnicero, el Profeta le preguntó,
“¿Qué
te ocurre?”
“Tengo una sed terrible”, respondió el carnicero.
“Supliquemos a Allah que nos envíe la lluvia”.
“No he hecho ninguna buena acción que merezca que mi súplica sea respondida”, respondió el carnicero
“Entonces
seré yo el que invoque Allah mientras tú dices, Amin, después de cada invocación”.
Entonces
el Profeta comenzó a
invocar Allah, y el carnicero respondía Amin después de cada una de las invocaciones.
De repente apareció una nube y la lluvia descendió sobre la ciudad vecina aproximándose después a los dos hombres.
Y allí
donde el carnicero iba la nube lo seguía a
él en vez de seguir al Profeta.
“Dices que no has hecho nada bueno”, le
dijo el Profeta,”
y aún así a pesar
de que he sido yo el que ha suplicado
mientras tú respondías Amin, la nube cubrió
la ciudad y ahora te sigue a tí.
Cuéntame, ¿cuál es tu historia?”
El carnicero le contó lo que le había
sucedido con la hija de sus vecinos.
“Aquel que se arrepiente ante a Allah goza
de un rango que ninguna otra persona puede conseguir”, respondió el Profeta.
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