Lo ídolos más peligrosos son los
abstractos.
Esto es, cuando te tomas a ti mismo como un ídolo,
cuando adoras tu
mente, tus deseos y tu propio beneficio,
y nadie te importa excepto tú mismo.
“¿Acaso crees [¡Oh, Muhammad!] que
puedes velar por las obras de quienes hacen todo lo que les dictan sus
pasiones?”.
Coran 25, 43
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