Un día un hombre le prestó dinero a un viejo amigo.
Unos meses más tarde, sintió que necesitaba su dinero y se fue a casa de su amigo, que vivía en una ciudad próxima, para pedirle que le devolviese el préstamo.
La esposa del amigo le dijo que su marido había ido a visitar a alguien al otro lado de la ciudad. Le dio al visitante unas indicaciones y éste se fue a buscar al deudor.
De camino, pasó al lado de una procesión fúnebre. Como no tenía ninguna prisa, decidió unirse a la procesión y ofrecer una oración por el alma del muerto.
El cementerio de la ciudad era muy viejo. Al tiempo que se excavaba una tumba, se exhumaban algunas de las antiguas. Al lado de la tumba que se acababa de abrir, el hombre vio una calavera recién desenterrada. Entre los dos dientes delanteros de la calavera había una lenteja. Sin pensar en lo que hacía, el hombre cogió la lenteja y se la metió en la boca.
Justo entonces, un hombre sin edad definida y con barba blanca se le acercó y le preguntó:
-¿Sabes porqué estás aquí hoy?
-Pues claro, estoy en esta ciudad para ver a un amigo mío.
-No. Estabas aquí para comerte esa lenteja. Ves, esa lenteja estaba destinada para ti, no para el hombre que murió hace algún tiempo y que no pudo tragársela. Estaba destinada para ti y a ti ha llegado.
Así ocurre con todo. Allah (s.w.t) provee tu sustento.
No dudes que lo que está destinado para ti, te llegará sea lo que sea.
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