No consagres tu alma, sino a algo que sea más alto que
ella, es decir, a la esencia de Dios.
Conságrate, pues, a invitar a tus
hermanos a la verdad, a la defensa de las cosas santas, a evitar toda vil
humillación que no te sea impuesta como necesaria por tu Creador y a proteger a
los que son víctimas de la injusticia.
El que consagra su alma a alguna de las
cosas del mundo, es como quien vende el precioso jacinto por un guijarro.
- Ibn
Hazm
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