Un beduíno que atraversaba las montañas se encontró con un anciano ciego, que parecía afligido por diversas enfermedades. Era evidente que su estado de salud se estaba deteriorando y casi no podía ni moverse.
El beduíno pudo oir claramente que el anciano decía,
“Todas las alabanzas son para Allah, que me ha salvado de enfermedades con las que ha puesto a prueba a muchas de Sus criaturas; y en verdad que me ha preferido sobre otros de Su creación”.
“¡Hermano!”, exclamó el beduino,” ¿De qué has sido salvado? Por Allah, que no hay otro que tenga más enfermedades que tú!”
“Aléjate de mí!”, respondió el anciano, mientras levantaba su cabeza.
“¿No tengo aún una lengua con la que proclamar Su Grandeza, y con la cual puedo recordarle a cada momento?
¿Y no tengo aún un corazón con el cual puedo conocerle?”.
Estas palabras del anciano bastaron al beduíno para arrepentirse ante Allah por sus pecados y pedir Su perdón.
El beduíno pudo oir claramente que el anciano decía,
“Todas las alabanzas son para Allah, que me ha salvado de enfermedades con las que ha puesto a prueba a muchas de Sus criaturas; y en verdad que me ha preferido sobre otros de Su creación”.
“¡Hermano!”, exclamó el beduino,” ¿De qué has sido salvado? Por Allah, que no hay otro que tenga más enfermedades que tú!”
“Aléjate de mí!”, respondió el anciano, mientras levantaba su cabeza.
“¿No tengo aún una lengua con la que proclamar Su Grandeza, y con la cual puedo recordarle a cada momento?
¿Y no tengo aún un corazón con el cual puedo conocerle?”.
Estas palabras del anciano bastaron al beduíno para arrepentirse ante Allah por sus pecados y pedir Su perdón.
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